De la calle al espacio

Escribe: Eduardo A. Volonté

La protagonista de esta historia bien podría cantar con Moris,   “Yo vivía en el bosque muy contento/Caminaba, caminaba sin cesar/ … Pero, un día vino el hombre con sus jaulas/ Me encerró y me llevó a la ciudad”.

Claro que con algunas diferencias: no era un oso, sino una perra. Vívía en la ciudad y no en el bosque. Y principalmente no volvió a vivir en libertad sino que murió.

Nos referimos a la perra Laika, el primer ser vivo en orbitar la tierra. Y también morir en el espacio.

El 4 de octubre de 1957 significó el inicio de la carrera espacial de la Unión Socialista de Repúblicas Soviéticas (URSS) con el lanzamiento del satélite Spunik I.

El presidente Nikita Kruschev quiso que para el 40 aniversario de la revolución rusa en noviembre, otro Sputnik asombrara al mundo, y en especial a los EEUU en el marco de la guerra fría.  Ante lo acotado del tiempo se dejó de lado el proyecto inicial y se decidió enviar  otro satélite con un perro en su interior.

En pocos días se debió acondicionar  una nueva nave, lograr que el escaso espacio disponible alojase al perro a enviar y entrenarlo para ese vuelo.

Al espacio 

Una perra callejera de Moscú, de  raza incierta, de unos tres años de edad y 5 kg de peso,  que tuvo varios apodos, pero se popularizaría Laika, fue la elegida entre tres perros preparados para el vuelo.

Para adaptarlos, los ponían en una centrifugadora para simular el despegue y los ubicaban en espacios cada vez más reducidos.

El espacio para Laika era del tamaño de una lavadora, con un dispositivo para la regeneración química del aire y un alimentador automático que abría, dos veces por día, la tapa de un recipiente con una mezcla de nutrientes gelatinosos. Para ubicarla se diseñó un arnés especial.

Para seguir su estado le implantaron un sensor en las costillas para medir su respiración y otro para medir su pulso en la arteria carótida. También se le medía la temperatura, presión y se le efectuaban realizar cardiogramas.

El 3 de noviembre de 1957  el Sputnik 2 inició su viaje que sería sin retorno para Laika.

Un boleto de ida 

Desde ese momento, fueron muchas las versiones difundidas sobre la suerte de la tripulante del satélite.

La realidad, que se supo recién varias décadas después -en 2002 de boca de Dimitri Malashenkov – marca que Laika había muerto entre cinco y siete horas después del lanzamiento por estrés y el sobrecalentamiento de la nave por encima de los 40º C.

Que Laika no volvería con vida a la Tierra lo sabían los responsables del viaje desde el inicio.

“Le pedí que nos perdonara y lloré al acariciarla por última vez”, recuerdó la bióloga Adilia Kotovskaya, integrante del programa espacial.

Unos días antes del lanzamiento, el científico  Vladimir Yazdovsky  llevó a Laika a su casa a jugar con sus niños, para que jugase con sus hijos. «Quería hacer algo bueno por ella: Le quedaba tan poco tiempo de vida», escribió después.

En 1998, Oleg Gazenko, otro de los científicos involucrados en la misión, expresó “Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No debimos haberlo hecho…Ni siquiera aprendimos lo suficiente en esa misión como para justificar la pérdida del animal”.

A pesar de la pronta muerte de Laika el gobierno soviético siguió informando sobre su buena salud.

Luego las explicaciones sobre su final fueron contradictorias: que   había muerto por falta de oxígeno​  al fallar las baterías;  que había recibido eutanasia con comida envenenada, y así otras versiones.

Con Laika muerta en su interior, el Sputnik 2  orbitó la Tierra 2.570 veces, durante 163 días. Cuando el 14 de abril de 1958 la nave tomó contacto con la atmósfera se desintegró sobre las islas Antillas.

Antes  

Mucho antes de Laika, otros animales habían contribuido al desarrollo de la aventura espacial.

En 1949 la Fuerza Aérea de EEUU había lanzado a varios km de altura cohetes tripulados por monos (Albert I, II,III, y IV) que murieron al fallar los paracaídas en el regreso.

En 1951 un cohete Aerobee despegó desde Nuevo México, llevando a bordo al mono Yorick y a once ratones hasta una altura de 70 km. Sobreviviendo al vuelo.

Un año después,  dos monos filipinos -Patricia y Mike- y dos ratones ascendieron hasta los 60 km. El premio para los monos fue un alojamiento de lujo en el Zoológico Nacional de Washington.

En 1951 los perros rusos Desik y Gypsy  y  años después Albina y Tsyganka, fueron los primeros animales que llegaron a rozar los límites de la atmósfera y volver con vida.

Después 

También viajaron otros animales después de Laika.   A pesar de las fuertes protestas de organizaciones defensoras de los animales a lo largo del planeta.

En agosto de 1960, las perras Belja y Strelka con la compañía de 40 ratones y 2 ratas viajaron ida y vuelta al espacio en el Sputnik 5.   Antes del fin de ese año, distinta suerte tuvieron los perros Pchyolka y Mushka, que murieron cuando el Sputnik 6 fue destruido intencionalmente para evitar que otros países inspeccionen la cápsula.

Los envíos de animales comenzaron a disminuir cuando el 12 de abril de 1961 Yuri Gagarin en su  cápsula, Vostok 1, completó una órbita a  la Tierra convirtiéndose en el primer humano en hacerlo.

Él mismo se definió como la «primera persona y el último perro en el espacio».

Este involuntario viaje al espacio  convirtió a Laika en una figura mundial post mortem.

Monumentos  en Rusia la recuerdan. Sellos postales, marcas de chocolates, cigarrillos y gran variedad de objetos en todo el mundo reflejan su imagen o su nombre.

También ha sido tomada como protagonista de distintas obras literarias, especialmente de ciencia ficción y de temas musicales.

Queda para la reflexión cuáles son los límites éticos para la experimentación con animales en nombre de la ciencia.

Tema que hasta el presente sigue abierto y polémico.-