Cuentos y poesía…La estufa grande

León Tolstói Un hombre tenía una espaciosa casa en la que había una gran estufa; no obstante, la familia de ese hombre no era numerosa: sólo su mujer y él. Cuando llegó el invierno el hombre empezó a encender la estufa y al cabo de un mes ya había quemado toda la leña. Ya no tenía nada que quemar, y hacía frío. Entonces el hombre se puso a arrancar la cerca del patio, y alimentaba la estufa con esa madera. Cuando quemó toda la cerca, en la casa, que ya no tenía ningún amparo contra el viento, hizo aún más frío, y ya no había nada que quemar. Entonces se subió arriba, arrancó el tejado y empezó a encender la estufa con esa madera; en la casa hizo más frío aún, y también la leña del tejado se acabó. Entonces el hombre empezó a desmontar el techo de la casa para alimentar la estufa. Un vecino vio lo que estaba haciendo y le dijo: «Pero ¿ qué haces, vecino? ¿Te has vuelto loco? ¡Quitar el techo en pleno invierno! ¡Si lo haces os congelaréis los dos!». Pero el hombre dijo: «No, amigo: estoy quitando el techo para encender la estufa. Tenemos una estufa que, cuanta más madera consume, más frío hace». El vecino se echó a reír y dijo: «Bueno, y cuando hayas quemado el techo, ¿derribarás la casa? Entonces ya no tendrás dónde vivir y sólo te quedará la estufa, que estará fría». «Ésa es mi desgracia –dijo el hombre–. Todos los vecinos tienen leña suficiente para todo el invierno; yo, en cambio, he quemado la cerca y la mitad de la casa y ni siquiera eso ha bastado.» El vecino dijo: «Lo único que tienes que hacer es reformar la estufa». Pero el hombre dijo: «Sé que tienes envidia de mi casa y de mi estufa porque son más grandes que las tuyas; por eso me aconsejas que no rompa nada». No escuchó a su vecino y quemó el techo y luego la casa; y después se fue a vivir entre extraños. Buenos Aires – Alfonsina Storni Buenos Aires es un hombre que tiene grandes las piernas, grandes los pies y las manos y pequeña la cabeza.(Gigante que está sentado con un río a su derecha, los pies monstruosos movibles y la mirada en pereza. En sus dos ojos, mosaicos de colores, se reflejan las cúpulas y las luces de ciudades europeas. Bajo sus pies, todavía están calientes las huellas de los viejos querandíes de boleadoras y flechas. Por eso cuando los nervios se le ponen en tormenta siente que los muertos indios se le suben por las piernas. Choca este soplo que sube por sus pies, desde la tierra, con el mosaico europeo que en los grandes ojos lleva. Entonces sus duras manos se crispan, vacilan, tiemblan, ¡A igual distancia tendidas de los pies y la cabeza!
Sorda esta lucha por dentro le está restando sus fuerzas, por eso sus ojos miran todavía con pereza. Pero tras ellos, velados, rasguña la inteligencia y ya se le agranda el cráneo pujando de adentro afuera. Como de mujer encinta no fíes en la indolencia de este hombre que está sentado con el Plata a su derecha. Mira que tiene en la boca una sonrisa traviesa, y abarca en dos golpes de ojo toda la costa de América. Ponle muy cerca el oído: golpeando están sus arterias:¡Ay, si algún día le crece como los pies, la cabeza!

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