Por Pablo Zubiaurre, especial para LA VERDAD.
Hemos superado los dos meses de aislamiento ante la presencia en el país de la pandemia de Covid-19. Ya hay muchas cosas para decir, y también existen muchos interrogantes a futuro. Intentaré expresar una serie de razonamientos que pueden acercarse a distintas formas de ver las cosas, menos a la visión despojada de responsabilidad y en general emitida luego de producidos los hechos, que me resulta fatalmente descartable.
No es una Pandemia un tema frente al cual se gana o se pierde. Se pierde, siempre. Como cuando se resiste una inundación con bolsas de arena, el agua puede barrer toda defensa, pasar por encima y entrar con menos caudal, o simplemente filtrarse por los resquicios; pero pasar, pasa siempre. El Covid nos está dañando y va a seguir haciéndolo. Eso es evidente e inevitable. ¿Qué tan grave será ese daño? Eso es lo que podemos discutir. Analizar los éxitos y derrotas parciales.
Una primera vista, nos pone ante los números fríos en materia sanitaria. Tan fríos como indiscutibles. Los números constituyen un dato objetivo insoslayable que manifiestan en sí mismos el carácter exitoso del aislamiento y las medidas de previsión que se tomaron desde un primer día. Se actuó rápido, se evitó una propagación rápida y destructiva que son características propias de este virus, al contagiarse tan fácilmente. Esta ralentización ha permitido evitar el colapso del sistema sanitario, tiempo en el que los gobiernos nacional, provinciales y municipales pudieron prepararse, proveerse, adecuarse para afrontar la situación, por cierto inédita por su dimensión. Es el tiempo ganado del que hablaba el Gobernador Kicillof, con certeza y realidad, en el tiempo de seriedad que utilizó para lo que debía hacerlo, y no para un discurso destemplado muy alejado del tono y la utilidad que parece querer darle el Presidente.
Los números tienen un elemento que los hace aún más sólidos cuando se realizan comparaciones con situaciones similares en países vecinos, y más aún al contrastarlos con potencias como EEUU, Gran Bretaña, Italia o Rusia. Las cifras carecen de toda equivalencia, y contribuyen a una evaluación muy positiva de lo que viene ocurriendo en nuestro país. Ocurre que como cada vez que un hecho extraordinario sacude a una sociedad, la misma tiende a encolumnarse bajo una dirección, en este caso del Presidente, que por la velocidad en la reacción, por la búsqueda de un asesoramiento decisorio de especialistas, y por su capacidad de comunicar y llevar tranquilidad, estuvo a mi juicio a la altura de las circunstancias.
Desde lo sanitario, la política ha sido hasta aquí exitosa, y si no se profundiza mucho la virulencia de la epidemia, podrá ser hasta positiva. Se han producido hasta hoy, 26 de mayo, 490 casos letales. Veremos lo que nos depara el futuro, pero luego de dos meses, en los que el esperado pico se ha pospuesto reiteradamente, y que ahora parece empezar a llegar según lo dicen las autoridades, la cantidad de víctimas fatales constituyen todo un logro. Su comparación con las cifras mundiales habla muy claramente de lo que digo. Sin embargo, y aunque es cierto que estamos muy lejos del final del ataque, no serían a mi juicio la única herramienta para evaluar la política sanitaria.
Se me ocurre pensar desde el sentido común mucho más que desde el conocimiento real, que el año que viene pueden llegar algunos datos positivos más, siempre hablando de lo sanitario. El primero tiene que ver con la logística y será que todo el esfuerzo realizado obligatoriamente para combatir la pandemia redundará en una mejoría del mismo sistema para su uso cotidiano. La siempre reclamada inversión en salud a la que le ha costado mucho llegar por las buenas, habrá llegado por las malas, pero a los efectos de las posibilidades del sistema, habrá llegado para quedarse. No es probable que se deshaga la inversión realizada. Es necesario aclarar aquí que el deterioro del sistema de Salud de la Provincia no corresponde a los últimos cuatro años, sino que es un continuo de décadas. En Ayacucho dependemos de la Zona Sanitaria Octava, cuyo centro es Mar del Plata, en donde se encuentran los dos principales Hospitales de referencia y derivación, y todo aquel que haya tenido que concurrir o interactuar con el Hospital Regional, sabe muy bien de lo lejanas que quedaron sus épocas de esplendor. Más aún, creo que en los últimos cuatro años se invirtió allí mucho más que en los anteriores, pero carezco de datos concretos, por lo que lo dejo ahí.
Alguien me dirá que se trata de un enfoque muy utilitarista, pues ha costado casi quinientas muertes. Sin embargo, se me ocurre pensar que el combate contra la pandemia tendrá incluso para el tema de los fallecidos, otras formas de evaluación. Los buenos hábitos relacionados con la higiene y los cuidados para la propagación del virus, se me ocurre pensar que pueden llegar a actuar muy positivamente sobre otras enfermedades muy concretas. Pienso desde mi ignorancia, que habrá este año mucho menos contagio de Gripe, y también menos neumonía. Ambas enfermedades se cobraron en 2019 algo así como 32.000 víctimas fatales en el País. Son más que los muertos de Covid que tiene España. Me parece interesante decir que para evaluar el aislamiento, se deberá en 2021 tomar en cuenta la estadística de defunciones por Coronavirus, pero también del resto de las enfermedades. Y ver qué resulta de ese análisis. Igual el Covid es una enfermedad que llegó para quedarse y una vez que se supere el temor a un colapso, y que aparezca la vacuna, se incorporará como una enfermedad más para la estadística.
Claro que el tratamiento pone nuevamente sobre la mesa las desigualdades regionales, las desigualdades socio económicas en una misma ciudad, y la centralidad de la toma de decisiones. Pero ese es otro tema, porque en modo alguno es una exclusividad del Covid.
Desde mi humilde opinión, el interior bonaerense que ahora está bien, deberá cuidarse mucho en un futuro no muy lejano, porque esta centralidad de las decisiones posiblemente determinará el relajamiento de la cuarentena y la movilidad, cuando las condiciones comiencen a mejorar en el AMBA y también muy posiblemente será cuando nos llegue a nosotros, lo que puede resultar toda una complicación.
La presencia de la pandemia debe dejarnos también la idea de que puede no ser la última, entendiendo la pandemia como una contingencia que afecte al mundo en su conjunto, sea un virus, un ataque informático, energético o cualquier otro evento que afecte al conjunto de los países. La idea pone en discusión el concepto de la globalización plena y naturalmente sana, e invita a tomar algunas precauciones de crecimiento y desarrollo localizado, y de cierto proteccionismo moderado, para no estar tan expuesto. Temas abiertos para la post pandemia.
Claro que hasta acá hemos visto lo bueno. La contrapartida del aislamiento sanitario y sus logros, son los efectos que dicho aislamiento genera en la sociedad. Obviamente estos efectos son múltiples y diversos. Los mismos van desde toda una enorme gama de molestias a la población, que se queja amargamente pero en líneas generales es consciente de que dichos contratiempos son propios de un tiempo como el que vivimos, y los amortigua como puede. Carencia de sociabilidad, imposibilidad de ver a seres queridos, problemas o complicaciones en los desplazamientos, falta de acceso a hábitos deportivos o culturales considerados necesarios para una vida equilibrada, y tantas otras alternativas que se pueden presentar.
En todos los casos, una evaluación de las situaciones particulares lleva a la gran mayoría de los habitantes a contrapesar con el valor supremo de la salud y las ventajas que genera, y ceden rezongando un poco más o menos. Y en la medida que pasan los días, peor. Todos estamos cansados. En los sitios en donde no hay casos de enfermos de covid, más difícil aún es sostener la cuarentena. En la medida que el miedo se aleja, se acercan los inconvenientes para un buen aislamiento. Pero hasta ahí, salvo excepciones siempre presentes, se sostiene.
Un problema no siempre evaluado pero que se va poniendo cada vez más en superficie, es el de la inmensidad de casos de gente que vive sola. La soledad no es sencilla de sobrellevar para aquellos que no la han elegido como forma de vida. Es dura, es peligrosa, puede ser muy artera. Hoy la soledad es más soledad que nunca. Y no serán estos días, días como otros cualquiera. Es muy grande el sacrificio como para no ver el final.
Pero sin duda la contracara de los éxitos y la solución de problemas es la situación económica y el desarrollo de la economía. En una situación de economía en crisis, los efectos del aislamiento en la economía pueden ser devastadores. Al menos lo serán para muchos rubros, para muchas empresas, para muchos comercios. Muchos no han podido subsistir. Esto tampoco tiene discusión. Es tan claro como las cifras de contagiados y fallecidos. La estructura económica de nuestro país, con una gran parte de su fuerza productiva sin las condiciones debidas, y con las empresas que tienen todo en regla sin
posibilidades de subsistir respetando sus compromisos, plantean un tiempo muy difícil que ya está instalado y mira el futuro con enorme temor. El Gobierno ha sostenido las necesidades básicas emitiendo moneda, cosa que era indispensable en la coyuntura pero que no será gratuito en el tiempo. En este contexto la posibilidad de no entrar en default sería una gran noticia, aunque aún no termina de concretarse. Pero aún para el más optimista, vienen tiempos muy duros; y cada día de cuarentena, otro emprendedor o comerciante queda en el camino. Más tiempo pasa, más grave será la situación.
Algunos ya ven la continuidad de la cuarentena como un problema mayor que la misma epidemia. En estos días hubo quien asoció la situación con la paradoja de las cobras. Durante la ocupación colonial inglesa en la India, los ingleses que allí vivían tenían dos problemas serios: la malaria, y las muertes por picaduras de víboras. Con la quinina solucionaron los efectos de la malaria. El de las cobras parecía ser un problema más complejo, hasta que un Gobernador inglés observó que la población local estaba acostumbrada a la convivencia con las cobras, y tenía grandes habilidades para capturarlas. Se le ocurrió entonces ofrecer una recompensa por cada cobra muerta que presentasen en la legación inglesa, convencido de que en poco tiempo desaparecería la población de cobras venenosas. Lo que no pudo imaginar es que la población local encontró un remunerativo negocio al empezar la cría de cobras en cautiverio para matarlas llegada la edad adulta, y cobrar la recompensa del gobierno inglés. Cuando el gobierno se dio cuenta de lo que estaba pasando, la recompensa fue sensiblemente disminuida. Entonces, los pobladores, al dejar de ser un negocio, decidieron liberar las cobras que tenían en cautiverio y su población se multiplicó, y con ellas las muertes entre los ingleses. La moraleja es que hay ocasiones en que las medidas que se toman para resolver un problema no hacen más que empeorarlo. Desafortunadamente, algunas de las crisis que enfrenta el mundo son el resultado de los intentos honestos de resolver los problemas. Esta paradoja plantea una realidad indiscutible. Ha pasado en infinidad de ocasiones. La “Ley seca” norteamericana no sólo no impidió el consumo de alcohol, sino que generó una serie de mafias absolutamente indeseables para su sociedad. Ahora, no necesariamente implica que siempre ocurrirá esto. Y lo que complejiza más aún el análisis, puede pasar que los efectos no sean claramente favorables o desfavorables, y que beneficios y pérdidas se equilibren cualquiera sea la elección a tomar. Las autoridades han fijado una posición en defensa de las vidas, privilegiando con el aislamiento evitar la propagación de muertes, aunque nadie sabe cuántas muertes puede acarrear la crisis y la conflictividad generada por la parálisis de una parte importante de la economía. Claro que estas muertes no serán tan claras y definidas como las del Covid, pero nadie duda que habrá mucho sufrimiento. ¿Qué es lo mejor? Nadie lo sabe con seguridad. Aquí quiero decir que no existen caminos claros, ni recetas magistrales. Es probable que el remedio sea peor que la enfermedad, pero también es muy posible que no lo sea. Habrá quiénes con la historia sobre la mesa, digan “habría que haber hecho tal o cual cosa”. Esos no sirven para esto. En política se deben tomar decisiones para incidir sobre el futuro, anticiparse a él, preverlo. La esencia misma de esta función nos dice que siempre hay riesgo, y mucho más cuando se enfrenta a situaciones inéditas. Habrá que estar atento en que la circunstancia no sirva para que se avance sobre el orden institucional, cosa que algunos están haciendo. Ahí hay que poner mucha atención. Y me refiero a resortes relevantes del orden institucional como la justicia o el sistema electoral, y no sobre resoluciones logísticas temporarias que brindan herramientas para el control de la enfermedad, pues sino el tema se diluye y pierde una seriedad que no debe perder.
Se venía aliviando el aislamiento hasta este sábado, en que ese avance se cortó. Tiene lógica, pues nadie alivia los controles cuando la curva por primera vez toma un crecimiento muy importante. Es de libro que no se flexibilizaría esta vez. ¿Cuánto mal le hará esto a la economía? Mucho, con seguridad. Pero los ejemplos de países que no realizaron a tiempo el aislamiento son tremendos en cuanto a la cantidad de muertes, y nadie les puede asegurar tampoco que sus economías no sufrirán. Juego de equilibrios. Apasionante juego sin ninguna seguridad de ganar, pero que obliga a las autoridades a ponerse a prueba permanentemente. Sabemos que nadie ganará totalmente, porque es un juego en el que todos pierden. Los triunfos son parciales, siempre. Y llevan a su lado alguna derrota. Es un tiempo para políticos en serio, sean del oficialismo o la oposición. En esta situación se espera el aporte a la causa común. Se espera el proyecto y la crítica
fundada. Desafinan quienes intentan sacar rédito político de lo que se ha hecho refiriendo a las causas del pasado que les conviene, y no del otro pasado que no les conviene, y también desafina quien ejerce la crítica sistemática en la intención de ganar un espacio. Sintonizan la necesidad quienes interactúan entre gobiernos y con los gobiernos, y no los que aprovechan la necesidad repartiendo cosas a cambio de votos, que quizás nunca les lleguen. Dependerá que en el tiempo que transcurra entre la entrega y las elecciones las personas no perciban que las están utilizando.
En fin, todo un enorme desafío para aquellos a quienes les toca gobernar. Porque no se gobierna a números, sino a personas. Saint Exupery decía que “Lo que define al hombre son sus vínculos con la realidad, es decir, con la familia, los amigos, la tradición, la patria, los valores, el trabajo. Vínculos que son invisibles pero esenciales, percibidos sólo por el corazón.” Éste es un tiempo en que esos vínculos están heridos, y los hombres y mujeres con ellos. Es un tiempo en que se decide por una población afectada por esa terrible mezcla de miedo, carencias, necesaria disciplina y tentadora indisciplina, atajos, supervivencia. En el peor de los casos es un tiempo de angustia prolongada; en el mejor, de proyectos detenidos, pero proyectos al fin.
Por el bien de todos, deseamos que esta sea la última extensión del aislamiento, porque las condiciones permitan comenzar a relajar. Sino no lo será. Un esfuerzo más, que nadie garantiza ni puede garantizar que sea el último. Hoy están esperando el pico de casos para mediados de Junio, con lo cual una próxima extensión parece inevitable. Cansados, preocupados, temerosos del futuro, pero en movimiento, empezamos a necesitar ver la luz al final del túnel. Pero no es lógico que llegue tirando por la borda lo que se ha hecho con tanto trabajo. A esta altura del esfuerzo, salgamos del túnel caminando. Después llegará otra historia, para la que habrá que estar preparado, y, sobre todo, vivo. Ojalá así ocurra