Con el mejor recuerdo para “Cachaza” Faiella

Jovial, con una personalidad avasallante, así era Odito Faiella. Lo conocí al promediar la década de 1960, cuando comencé a frecuentar el taller de José Belarra, extraordinario epicentro donde invariablemente convergían quienes abrevaban en el fascinante mundillo del ciclismo competitivo. Con mis catorce años a cuestas, escuchaba embelesado las historias de Odito, bajo la mirada indulgente del bueno de José. Ese clásico “te acordás” nos transportaba a un pasado jalonado de impresionantes aventuras por polvorientos caminos del partido y de la región, donde los tiempos de arribo a la meta no existían; se llegaba cuando se podía. En ese ameno transcurrir, invariablemente aparecía en su mente la primera carrera que organizó el Ayacucho Cicles Club, fundado el 12 de setiembre de 1940 y que el ganó arribando en el tercer puesto, debido a que Juan Colella y Orlando Sarrichio, con amplísima ventaja decidieron terminar el esfuerzo abrazados, sin embalar. Los dirigentes, al considerar antideportiva esa definición los descalificaron y ganó el tercero, Odito.
Retirado de la actividad competitiva, a poco de vernos en el taller de José Belarra, abandonaba su sastrería y se acoplaba a nuestros comunes comentarios. A la par de sus sanos consejos, esas innumerables ocasiones le resultaban propicias para narrarnos sus propias experiencias. Jamás se bajó de su bicicleta de carrera. Comenzó a viajar a Necochea, donde era recibido por familiares y amigos. A poco de asentarse la primavera, preparaba su bolsito y pasaba por la redacción de LA VERDAD a modo de despedida. Salvo los tramos finales asfaltados, previamente pedaleaba por caminos de tierra. En alguna ocasión compartió esos viajes con algunos acompañantes, y en otras sufrió serios accidentes al caerse o ser atropellado por algún vehículo. Por ese entonces contaba con más de 70 años. Así como se esmeraba en recorrer esos aproximadamente 200 kilómetros en el día (regresaba en bicicleta después de una semana), también se recuperaba física y anímicamente. Su espíritu fue formidable e indomable.
Cuando por estricta exigencia de sus familiares dejó de viajar a Necochea, se dedicó a organizar excursiones ciclísticas para todas las edades, que generalmente se caracterizaban por “flores de leñadas finales”. Eso sí; los asados y sus extraordinarias empanadas al final de cada encuentro se hicieron populares a tal punto, que en las últimas ediciones participaban ciclistas de otras ciudades.
Odito Faiella, tuvo un final incierto. Según versiones, mientras pedaleaba sobre la ruta provincial Nº 50 fue atropellado por un equipo “chacarero”. Fue conducido al Hospital Municipal “Dr. Pedro Solanet”, de donde salió para fallecer a los pocos días en su casa. Sus muchos amigos del ambiente quisieron averiguar el lugar donde fue atropellado para levantar un pequeño monolito a su recuerdo, pero esa y otras averiguaciones por el estilo fracasaron rotundamente. Su primitiva bicicleta de fabricación francesa, de marca “Radior”, se expone en el Museo Histórico Regional “Pura Diez de Cordonnier”. De su última máquina, moderna y acorde a los nuevos tiempos y sobre la que sufrió el accidente, tampoco pudo saberse sobre su destino.
Como es obvio, las actuales generaciones de ciclistas competitivos no lo conocieron en toda su proyección. Odito Faiella, alías “Cachaza”, fue un personaje dentro del pequeño y gran mundo del ciclismo ayacuchense de todos los tiempos. Esta pequeña anécdota lo pinta de cuerpo entero: “me preparaba para batir el récord mundial de tiempo y distancia sin dormir. Entrenándome, iba una tarde hasta el cruce “La Vasconia” cuando lo encuentro a Odito cerca de las vías de Fulton. Nos saludamos a la pasada y al ratito lo tengo a mi lado: ¿hasta dónde vas?, me gritó. Al decirle que iba hasta “La Vasconia”, me respondió muy suelto…”te acompaño”. El regresaba de ese punto y lo hizo nuevamente conmigo a toda charla… ¡cuando tenía cerca de 80 años de edad!.

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