Escribe. Eduardo A. Volonté.-
Durante millones de años los dinosaurios dominaron el planeta. Sin embargo, hoy son solo un recuerdo y un buen negocio para la industria cinematográfica.
¿Por qué esos bichos poderosos desaparecieron de la faz de la tierra? Las diversas hipótesis pueden resumirse en una: No supieron adaptarse a las condiciones de un mundo cambiante.
Su ejemplo es válido para muchas otras especies. Incluso la humana.
Y también para las naciones que los hombres conforman en derredor de un territorio común.
Asistimos a la más profunda y vertiginosa revolución científico-tecnológica de que se tenga memoria.
Se ha creado en las últimas décadas más conocimiento científico que en todo el resto de la historia de la humanidad.
Hoy el conocimiento se duplica en término de meses. Esto genera tremendos cambios tecnológicos que modifican la estructura productiva, industrial, agropecuaria, etc.
Y también inciden -obviamente- en la política y relaciones entre los países.
VENTAJITA
Para comprender la relación existente entre tecnología de punta y predominio político resulta práctico recurrir al ejemplo del que fuera el primer gran imperio de la antigüedad, el Asirio.
Su predominio empezó alrededor del año 800 a.C. cuando todo el Oriente Medio vivía la llamada Edad del Bronce, es decir que, descubierta ya la metalurgia, herramientas, utensillos y armas se hacían a través de dicha aleación.
Los asirios fueron los primeros en ingresar a la Edad del Hierro. ¿Qué significaba esto…?
Que tenían tecnología más avanzada que los aventajaba sobre el resto, permitiéndoles equipar ejércitos cuyas armas de hierro eran superiores a las del resto, que las poseían de bronce.
Así los asirios, al utilizar esa ventaja tecnológica para someter a lo demás pueblos, se convirtieron en un claro ejemplo del beneficio que significa el poseer tecnología o conocimiento de punta.
El final de su predominio fue lógico: cuando los demás pueblos ingresaron también a la Edad del Hierro, desapareció esa ventaja.
PRESENTE
De allí en más, la historia de la humanidad está llena de predominios basados en la generación, manejo, posesión y uso –incluso abuso- de la tecnología. Cada vez más el hecho tecnológico es un hecho político.
La dependencia tecnológica es una de las formas de dominación que los países centrales poseen en la actualidad. Y si recordamos que la producción de conocimiento científico se acrecienta a diario, proporcionalmente también se agudiza esa brecha tecnológica, comprometiendo aún más nuestras realidades nacionales y regionales.
La innovación tecnológica es ya el ingrediente principal de la creación de la riqueza en la actualidad, dejando atrás a la tierra, el capital y a los recursos naturales como los fueron en otras épocas.
Por eso, la pretensión de la modernización, de lograr un desarrollo tecnológico propio, de incentivar la investigación científica, no son simples slogans sino desafíos de los cuales dependerá en mucho nuestro futuro.
POR ACÁ
Nuestro país parece hace años ignorar esto. Nuestros científicos emigran. Los salarios y becas son magros. En los laboratorios se carece de casi todo.
Y sobre eso, y como dispuesto a darle el golpe de gracia a la ciencia en Argentina, el gobierno de Mieli eliminó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; congeló -a pesar del 254,2 % de inflación anual- el presupuesto de las Universidades, y produjo numerosos despidos y rescisión de contratos en el Conicet y redujo de 1300 a 600 las becas doctorales que allí se otorgan.
UN ALERTA DESDE AFUERA
Este insólito ataque a la ciencia y la investigación produjo un hecho poco común. Sesenta y ocho Premios Nobel (21 de Química, 20 de Física, 26 de Medicina y 1 de Economía) enviaron al gobierno una dura carta exponiendo su “profunda preocupación” por estas medidas y alertando sobre sus consecuencias.
Los reconocidos científicos, luego de enumerar los aportes argentinos al mundo consideraron que las medidas son “no sólo una dramática devaluación de la ciencia argentina sino también una devaluación del pueblo y del futuro de Argentina”.
A su juicio esto “provocará la destrucción de un sistema que tardó muchos años en construirse, y que requeriría muchos, muchos más para ser reconstruido”.
Los firmantes aseguran que “Sin infraestructura para la ciencia, un país cae en el desamparo y la vulnerabilidad”.
Para Milei la investigación científica, el conocimiento, la ciencia, solo son gastos que deben eliminarse.
¿Con este pensamiento, podemos tener futuro…?.-