Basílica Notre Dame de París

En el siglo XVII, un humanista holandés dividió la historia del mundo en tres grandes épocas: la antigua, medieval y moderna.
Esta clasificación está ligada en la creencia de que en el planeta solo hubo dos grandes períodos de progreso, el de los griegos y romanos y el de los inventos modernos.
Entre ambos períodos se encuentra la Edad Media, considerada como de ignorancia y superstición, en la que el hombre vivió envuelto en una capucha, ajeno a las maravillas del conocimiento, y preocupado únicamente para evitar la miseria y su salvación entera.
El motivo de esta confusión es la idea de que entre la caída del imperio romano hasta el comienzo del renacimiento italiano, sobrevino una era de oscurantismo recluida la cultura en los monasterios.
En realidad el período medieval abarcó dos «civilizaciones», muy distintas entre ellas. La primera comenzó alrededor del año 400 con la decadencia romana y se extendió hasta el año 800, período en que prevalecieron las situaciones señaladas.
A partir del siglo IX, se inicia en Europa una vida nueva. La literatura, las artes y la filosofía adquieren un desarrollo extraordinario.
A partir de esos años comienza una corriente renovadora en la arquitectura. La anterior provenía, en sus soluciones estructurales, el arco y la bóveda de cañón corrido, de los romanos que fueron los que los descubrieron.
Poco antes de la mitad del siglo XII se asiste a una transformación radical de las formas románicas con la creación de un nuevo estilo: el gótico.
Europa se transforma así, con grandes obras. Fundamentalmente con las catedrales francesas desde donde comienza a difundirse una nueva sensibilidad artística, fruto de una reflexión filosófica-religiosa dada por la veneración a la Madona (la Virgen María).
Aparecen nuevos principios arquitectónicos técnico-formales que permiten idear iglesias con altísimas naves, torres y pináculos.
Nace de este contexto el primer ejemplo más hermoso del gótico clásico, la catedral Notre Dame, en París, que se continúa en la de Chartres, Amiens y Reims, todas en Francia, que con variantes locales se expande por el resto de Europa.
La construcción de Notre-Dame comienza en el año 1163 y se termina en el 1345, ocupa una superficie de 5500 metros cuadrados y posee una gran nave central con cuatro laterales y deambulatorio. Dedicada a la Madre María se sitúa en la pequeña isla de la Cite, rodeada por las aguas del río Sena.
Recordemos que las procesiones se iniciaban en una nave lateral y recorrían todo el perímetro interior, pasando por el deambulatorio, por detrás del altar mayor.
Posee dos torres de 69 metros de altura, cuyas agujas nunca fueron terminadas.
En ella se usa por primera vez la bóveda de crucería (dos de cañón corrido que se cruzan), los arbotantes (grandes puntales de las altas paredes. Imaginen una muy alta que para evitar su derrumbe se apuntala en diagonal con maderas), los rosetones y la profusión de los vitraux.
Estos ventanales formados por pequeños trozos de vidrio unidos por barras de plomo, son ideados por la imposibilidad técnica en esa época para fabricar grandes láminas de ese material.
Tienen profusa decoración en colores, relatando la vida de Jesús, los mandamientos y figuración de los santos, que servían no solo para la entrada de una espectacular luminosidad, sino que también para la enseñanza de la religión cristiana.
Fue restaurada a lo largo de los siglos en diversas oportunidades por el gobierno francés ya que es una obra de arte que pertenece al mundo, a la humanidad.
Son esos ámbitos difíciles de poder describir con palabras o con fotos. Hay que vivirlos, sentir esa cuarta dimensión, el espacio-tiempo.
Caminarlos y dejar que la imaginación vuele hasta aquellos lejanos años e imaginarnos a generaciones de artesanos que durante doscientos años levantaron Notre Dame, labrando la piedra, la madera, el mármol, los vitraux.
Si ellos pudieron levantarla, es deber ineludible de todos, creyentes o no, en reconstruir ese monumento, ejemplo del tesón, la perseverancia, la sabiduría de la raza humana.
Se lo debemos a esos hombres que la hicieron, y a los que vendrán para que la admiren.-

Jorge

 

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