Bárbara Tiscornia: un disparo letal, un cuerpo arrojado al vacío y un encubrimiento sin condena

La chica tenía 20 años cuando fue asesinada de un balazo en la cara. El novio dijo que fue un accidente, pero estuvo en prisión un par de años. Su padre que lo ayudó a esconder el cuerpo fue absuelto.

Cuando un pescador desde arriba de un acantilado en Mar del Plata vio un bulto entre las piedras pensó que era un animal muerto. Pero cuando se acercó, notó que dentro de unas bolsas de residuos y envuelto en una manta ensangrentada había una joven. Vestida con un jean azul, zapatillas y un buzo blanco, estaba Bárbara Tiscornia, de 20 años. Tenía un disparo en el rostro; estaba muerta. Pero ese triste final de la madrugada del 23 de abril de 2003 tuvo un inicio, horas antes, en un departamento de la ciudad costera.

Bárbara era la tercera de cuatro hermanos. Estudiaba Arte Dramático y Danza Contemporánea y vivía en la casa de una amiga.

Haciendo ejercicio, un día de abril conoció a Guillermo Caldera, un joven de 21 años que en aquella época trabajaba como delivery en un local ubicado en la esquina de la casa de la abuela de ella. Pasaron los días y ese encuentro se convirtió en una incipiente relación.

En la noche del 22 de abril, Bárbara saludó a sus compañeras de teatro y salió en busca de Caldera, con quien se fue a un departamento de la familia del joven ubicado en la calle 11 de Septiembre al 3100.

Lo que pasó dentro de esas cuatro paredes se irá a la tumba con Caldera. Más allá de lo que él contó después ante el fiscal, ya que se negó a hablar ante el tribunal que lo juzgó, y de las declaraciones de algunos vecinos, para la familia y la Justicia no hubo dudas. Él la mató.

La versión de Guillermo fue que Bárbara se apoderó de una pistola Colt calibre 11.25, propiedad de su padre, Jorge Caldera, médico y experto tirador deportivo, que se hallaba en una cajonera. Cuando comenzó a manipularla peligrosamente, el muchacho se la quiso sacar, pero un forcejeo terminó con un disparo en el rostro de ella.

Desesperado, en medio de un charco de sangre y en shock, Guillermo llamó a su padre, que llegó dos minutos después al lugar y fue quien se encargó de ayudarlo y “limpiar” la escena. De hecho, vecinos no solo hablaron de una discusión y un disparo, sino una mujer que vivía en el edificio declaró ante los magistrados en el juicio que se llevó a cabo en 2005 que el ambiente del edificio olía a lavandina.

El cuerpo, un problema
Todo indica que padre e hijo envolvieron a la chica entre frazadas y bolsas. Juntos la bajaron para cargarla en el baúl del Mercedes Benz negro del médico. Antes de salir para deshacerse del cuerpo, de acuerdo al abogado de la familia de la víctima, hubo un llamado a los abuelos del joven. Ellos habrían ayudado a limpiar la escena del crimen.

Ya en horas del inicio de esa fría madrugada, el vehículo estacionó en inmediaciones a Parque Camet. Allí bajaron del baúl el cuerpo de Bárbara y lo arrojan barranca abajo. A toda velocidad, escaparon y la noche se los tragó.

Los caminos de los investigadores rápidamente coincidieron en Guillermo, ya que ella les había dicho a sus amigas que se vería con él. Sin embargo, se mantuvo siete meses prófugo.

En el inicio de diciembre de ese 2003, decidió entregarse ante las cámaras de televisión en una confitería del barrio La Perla. Prolijo, con el cabello alisado y tras tener todo acordado con la Fiscalía, les dijo a los policías que le pusieron las esposas. Luego declaró. En sus tres horas hizo hincapié en la muerte accidental.

Como era adicto a las drogas se le permitió un arresto domiciliario para concurrir a un centro de recuperación de donde se fugó. Tras ser otra vez detenido, perdió los beneficios y desde mediados de 2004 quedó alojado en la Unidad Penal de Batán, a la espera del juicio que lo condenó en 2005 por homicidio simple a trece años de prisión.

Su padre, en tanto, fue absuelto, al no probarse el delito de coacción agravada por supuestas amenazas a testigos. Pero el dolor de la familia de la chica siempre fue que las pericias demostraron que Bárbara todavía estaba viva cuando llegó el médico a la escena del crimen. En vez de asistirla, el médico ayudó a su hijo a pergeñar los pasos a seguir. Y aunque se sentó en el banquillo años después por el delito de abandono de persona seguido de muerte, también fue absuelto.

En 2007, por un pedido de la defensa, la Cámara de Casación bajó la pena de Guillermo a 10 años de prisión efectiva pero, en noviembre de 2009, fue excarcelado por decisión de la Suprema Corte que consideró que los seis años que pasó en prisión sin condena firme excedían el plazo razonable.

En 2023, Guillermo Caldera volvió a ser noticia en Mar del Plata, ya que en un allanamiento en un departamento del centro, la Policía encontró armas de fuego, municiones, granadas y drogas. (DIB)