Aquel Turismo de Carretera tenía “esas cosas”…

Escribe: Abel G. Bruno.

Oscar González, permanente enamorado de “aquello que fue”, se apareció en nuestra redacción con esta joya fotográfica captada frente a la planta de Obras Sanitarias de la Nación. Actual ruta provincial Nº 74 y avenida de circunvalación Tiburcio Bavio. Año 1965, cuando la actual ruta asfaltada era simplemente “el terraplén a Rauch”. Se observa el techo del Chevrolet de Oscar Cordonnier, rodeado de cientos de aficionados ayacuchenses, a punto de largar rumbo a Rauch, Tandil, Balcarce, Miramar y Mar del Plata, para cumplimentar la última etapa de una carrera que el piloto ayacuchense “tenía en el bolsillo pero Lucifer metió la cola”. Al fondo, arriba y a la derecha se observa la avenida Tiburcio Bavio. Extraigo del libro “Simplemente mis Recuerdos, escrito precisamente por Oscar Erit Cordonnier, editado en el mes de Mayo de 1997, el capítulo correspondiente a aquella malograda competencia. Que mejor que su relato, para ubicarnos nuevamente en aquel día nefasto para su carrera deportiva, y para nuestros mejores deseos que jamás lo abandonaron. Fue un gran ídolo, y como tal habrá de recordárselo eternamente.
“En el año 1965, el Mar del Plata Automóvil Club
Organizó una de dos etapas, pasando la segunda por aquí, por Ayacucho, donde estaba prevista una neutralización de media hora. Largamos con el Nº 4 y ganamos la primera de ellas, a un promedio de 179,600 kilómetros por hora. Terminaba frente al Faro de Punta Mogotes y el parque cerrado era el conocido Estadio Bristol, ubicado sobre la avenida Luro (ahora demolido). Retiramos el coche para algunas reparaciones y fuimos al taller de Don Jesús Pena, que estaba ubicado sobre la Av. Colón casi Independencia. Lo ùnico que hicimos fue sacar la tapa de válvulas y regularlas, cambiar aceite y reaprovisionarnos de combustible para llegar a Ayacucho. Aquí estaba previsto entrar al taller, echar nafta como para terminar la carrera. Mientras yo cambié las cubiertas traseras, y le puse 700×16.
Bien, largamos desde Mar del Plata y Bordeu, que había tenido problemas en la primera etapa, quedó en la general como a 50 minutos y largaba entre los últimos. De cualquier manera sabíamos nosotros que el auto suyo –y conociendo el camino a Balcarce como él lo conocía- nos podía alcanzar. Y así fue nomás: en la rotonda de Balcarce mismo (tomábamos allí el camino hacia Coronel Vidal), me pasó. Me pegué atrás y tiramos un rato juntos, hasta que me adelanté y así sucesivamente unas seis o siete veces. Había tramos en que nos poníamos a la par. Cuando llegamos a la ruta 2, en Coronel Vidal, entro primero él se me fue un poco porque perdí la succión. Llegando a Maipú, venia primero en el camino Loeffel, que me había pasado en Miramar cuando paré a retirar la lonita que usábamos para calentar, segundo Bordeu y tercero en el camino, nosotros. Unos muchachos de Ayacucho, en el avión Cessna piloteado por Néstor Aleva (el instructor), María Zeberio y “Patita” Tusq, nos alcanzaron en el camino que iba a Labardén para tomar la ruta 74, a la altura del Instituto “Mariano Ortiz Basualdo”. Me decían que desde arriba veían los tres coches en aproximadamente mil metros. Tomamos la ruta 74, que era de tres metros de ancho de pavimento y Bordeu había roto el motor, por lo cual cerca de Ayacucho llegó Loeffel y separados por tres minutos llegamos nosotros. A mí no me afectaba en nada la clasificación general, pues con ese descuento todavía tenía a mi favor más de doce minutos.
Cuando se cumplió el plazo de neutralización llegamos a Rauch, todos caminos de tierra y con muchos lomos de burro. El auto nuestro andaba una barbaridad. Cuando salimos de aquí no se veía la tierra de Loeffel ni a los aviones de las transmisiones, pero cuando estábamos entrando a Rauch le habíamos descontado más de un minuto con un promedio de 201 kilómetros horarios. Pero al pasar por esta localidad y tener que tomar el camino a Tandil, se me fue el coche para entrar en trompo, con tan mala suerte que pegó en el costado de una alcantarilla y dio una vuelta completa para quedar parado. Nos bajamos y vimos que nosotros no teníamos nada, que era lo principal, así que nos pusimos a cambiar las ruedas delanteras que estaban torcidas, llenas de pasto y tierra en los talones de las cubiertas. Llevábamos dos ruedas completas, pero al auxilio que tenía que estar en esa curva lo habían cambiado por cuenta de los organizadores. Menos mal que a mí me avisó durante la neutralización que iban a estar unos diez kilómetros más adelante. Terminamos de cambiar las delanteras y seguimos hasta donde estaba el auxilio. Estos tenían una sola rueda, así que cambiamos una de las dos traseras, la otra quedó torcida, y seguimos rumbo a Tandil. Las radios no habían dicho nada para no alarmar a la gente y a las familias de ambos.
Recién cuando pasamos por Tandil dijeron que iba un poco abollado, y por supuesto que había perdido el primer lugar en la clasificación general. Después de pasar Balcarce, se nos rompió la caja de velocidad, y continuamos en directa, sin hacer ningún cambio más. Así seguimos hasta Miramar, y luego hasta Mar del Plata. La carrera la ganó Rabbione, habíamos perdido el segundo puesto en manos de Héctor Rey y salimos tercero con vuelco y todo de por medio.
Después, conversando con papá, me decía que lástima lo del vuelco, porque estábamos para meter “doblete” en carreras largas. Esta fue a fines de agosto y la Vuelta de Cuyo había sido en los primeros días de Julio. Pero bueno…ya está, ya pasó. Había que seguir luchando”.

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