Aníbal Abel Sánchez: Un convecino muy especial

El domingo 15 del mes en curso falleció en nuestra ciudad Aníbal Abel Sánchez. Tenía 86 años de edad y había nacido en la localidad de Líbano, partido de Coronel Suárez. Desde ésta última ciudad arribó a Ayacucho en el año 1957, en compañía de Carlos Volonté y Aníbal Sturla, para hacerse cargo de la sucursal de la tienda “La Razón”.
Estas breves semblanzas no están dirigidas a escribir su historia, puesto que habría que calar muy hondo y preciso. Nuestro interés está orientado a resaltar la figura de un convecino que a poco de llegar a Ayacucho, comenzó a consustanciarse con la vida y milagros de una comunidad que adoptó como suya, puesto que fue aquí donde conformó su hogar y echó raíces para siempre.
Si mal no recordamos, la primera institución que recibió su enorme y desinteresado aporte fue el Ateneo Cultural y Deportivo “José Manuel Estrada” fundado por el Padre Rodolfo Cazes, siete años antes. Fue dirigente y enorme colaborador cuando no integró sus cuadros directivos, trabajando denodadamente desde el anonimato por su querido Ateneo. El Ayacucho Cicles Club también tuvo el privilegio de contarlo como dirigente y permanente colaborador en cuanto movimiento se realizó para la construcción del actual complejo, entre las que se destacan las campañas para la construcción y asfaltado de la pista, sus edificaciones y otras obras. Según su forma de ser, rotunda y espontánea, en este caso también buscó el anonimato desechando en varias ocasiones el ofrecimiento para presidir los cuadros directivos.
La asociación cooperadora de la Escuela Nº 6 “Hipólito Irigoyen” lo contó siempre como dirigente y colaborador. Otro tanto sucedió con la Cámara de Comercio, Industria y Producción de Ayacucho, amén de otras entidades que recurrieron a sus favores, recibiendo la mano siempre extendida para dar sin recibir otra cosa que la íntima satisfacción de haberle sido útil a una comunidad que lo adoptó desde el año 1957 como uno más.
Fue un hombre íntegro, sumamente capaz e involucrado con los movimientos sociales, políticos y económicos a través de su palabra amable, certera y haciendo el bien sin mirar a quien. Sin diferencias de ningún tipo porque para Aníbal Sánchez, jamás hubo distingos a la hora de sumar, de ir hacia adelante.
Últimamente, la situación del país había comenzado a dolerle de tal forma, que solía ponerse cabizbajo, taciturno. En consideración a su enorme actividad desarrollada durante varias décadas, se sentía impotente ante tantas salidas de cauce de un país que amaba entrañablemente y que las sufría desde “su Ayacucho”.
En resumen y sin el mínimo interés de herir susceptibilidades, con Aníbal Abel Sánchez, no murió un convecino más, sino uno extraordinario según la profunda concepción del término, y como tal se lo va a recordar siempre, precisamente por lo mucho y muy bueno que sembró a su paso. Ojalá que cunda su ejemplo. Que descanse en la muy merecida paz que otorga Dios, a los seres humanos muy especiales como él…