Algunos recuerdos sobre el “terraplén a Rauch”

Recientemente, después de habernos detenido por algunos minutos frente al edificio que perteneció a la pulpería “El Carmen”, al retomar la marcha y en tren de analizar el estado actual de deterioro de la ruta provincial Nº 50, fue posible retrotraernos a más de una centuria, cuando tanto esa esquina de campo y otros lugares estaban comunicados por una simple y serpenteante huella.
Durante los días tórridos del verano, los viajeros a caballo y en carricoches “tragaban tierra” que era un espanto, mientras que en las temporales invernales significaba toda una odisea sortear continuos pantanos y barrizales.
A modo de mojones clavados en esa soledad de soledades (escasas plantaciones y muchos pajonales), a la par de la pulpería “El Carmen”, de tanto en tanto se levantaban cerca del camino algunos ranchos que hacían las veces de “boliches de paso” y puestos de estancias. Debido a la gravitación que ejerció un tránsito más fluido y a la presión de varios estancieros, a principios del siglo veinte fueron ubicados algunos puestos camineros.
El panorama prosiguió casi imperturbable hasta principios de la década de 1940, cuando el gobierno provincial dispuso la construcción del aún recordado “terraplén a Rauch”, a cargo de la empresa “Panedile Argentina S.A.”, cuyos ingenieros en el afán de acortar distancias eliminaron numerosas curvas y otros desvíos para planificar un trazado casi en línea recta. Para tal fin, se expropiaron 100 metros contando ambas márgenes.
Para concretar ese “terraplén” de incuestionable progreso, fueron demolidos numerosos edificios (en su mayoría ranchos de adobe) entre los que cabe destacar el almacén de ramos generales y despacho de bebidas “El Boquerón” (el primitivo); el mítico boliche “La Primavera” (Villa Aurora), entre otros menos conocidos.
Algunos datos sobre la construcción del terraplén
La compañía “Panedile Argentina S.A.”, conformada en su gran mayoría por italianos, contrató aproximadamente 200 hombres que gozaron de salarios compensatorios y otras mejoras físicas y económicas impuestas por el gobierno nacional a cargo de Roberto Marcelino Ortiz (1938-1942). Cabe acotar que en Ayacucho, desde 1940 hasta 1943 hubo varios comisionados municipales (Horacio Naveyra, Antonio Jaurena, Carlos Mugaburu, Antonio Canal, Carlos Alberto Newton y Juan Manuel Podestá).
Se emplearon seis tractores grandes; dos Scrapies; dos Tomapoul y quince camiones volcadores de distintos tamaños. La dirección general de la obra estuvo a cargo del Ingeniero Civil Carmine Nardis, acompañado por los ingenieros civiles Alberto Rosatti y José Simoncini, quienes trabajaban desde la casa central ubicada en Buenos Aires.
Con respecto a algunos detalles técnicos de la obra, comprendió 75 kilómetros a partir del empalme con la actual ruta provincial Nº 74. La tierra para levantar el terraplén se extrajo de los 100 metros expropiados y el espacio de utilidad práctica contó con doce metros de ancho. Se construyeron 280 alcantarillas y tres puentes de hormigón armado sobre los arroyos “Tandileofú”, “El Perdido” y “Langueyú”.
Historia de un simple compactador de tierra
Viene al pie una anécdota bastante conocida. En el año 1942, la comisión directiva y muchos colaboradores del Ayacucho Cicles Club, se encontraban abocados a la construcción del velódromo en la plaza “Dr. Egidio G. Ciaño”. En ese menester, le solicitaron al encargado de obra de la “Panedile Argentina S.A.”, en calidad de préstamo, un compactador de tierra (rodillo de acero). Ese elemento tirado por un tractor, cumplió una extraordinaria tarea. Cuando la empresa terminó el trabajo y se marchó de Ayacucho, el pesado elemento no fue tenido en cuenta (se lo olvidaron). Oportunamente, los responsables de la entidad ciclística informaron de la situación a los directivos de Buenos Aires, quienes decidieron donarlo.
Cuando dejó de utilizarse el velódromo, esa herramienta fue cedida en calidad de préstamo al Club Atlético Independiente, para ser utilizado en la compactación de la desaparecida pista de carreras de caballos. En definitiva, por ahí debe estar descansando ese muy pesado y añoso elemento.

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