A 120 años del nacimiento de Florencio Molina Campos

Escribe: Abel G. Bruno

Mañana sábado 21 de agosto habrán de cumplirse 120 años del nacimiento de Florencio de los Ángeles Molina Campos, en Buenos Aires. Proveniente de una familia dueña de diferentes propiedades en el campo, pasó su infancia entre la capital y el mundo rural, sumergiéndose muy joven en el modo de vida de los gauchos. Dotado de un agudo sentido de la observación y una gran memoria fotográfica, rápidamente sus dibujos se hacen notar.

Su primera exposición tuvo lugar en Buenos Aires en 1926, en el gran salón de la Sociedad Rural Argentina. A pesar de su corta edad, esta exposición marca los ánimos, y más particularmente el del presidente argentino de la época, Marcelo Torcuato de Alvear, quien lo nombrará profesor oficial de arte en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda. A partir de entonces, Molina Campos, decide dedicar su vida a la pintura. Él siempre crea más cuadros, y se afirma su gusto por las escenas de la vida cotidiana de los habitantes de la Pampa.

Fue durante ese año 1926 que el escritor argentino Ricardo Güiraldes, publicó su famosa novela “Don Segundo Sombra”. Existe una gran relación entre la obra pictórica de Molina Campos y la obra literaria de Ricardo Güiraldes, pero con enormes contrastes: Molina Campos, pinta sus personajes con un humor melancólico en un estilo ingenuo y expresionista, mientras que Güiraldes, describe a los gauchos con extrema melancolía.

Cuatro años después de su primer gran éxito, es contactado por la famosa firma “Alpargatas”. Doce ilustraciones, dibujadas de la mano del artista, se publican en un almanaque de la empresa. Una vez más, el diseñador está vertiendo tinta y es un gran éxito. Su contrato se extenderá por un total de 14 almanaques.

CONQUISTANDO EL MUNDO

Muy rápidamente la notoriedad de Molina Campos, sobrepasa las fronteras de Argentina, y desde 1931 nunca deja de surcar el mundo, invitado por diferentes gobiernos como representante cultural de su país. Ese mismo año realiza su primera muestra en París.

En 1942, Molina Campos, es contratado por su amigo Walt Disney, como asesor técnico del equipo de diseñadores de los estudios Disney, para la realización de tres nuevas películas que estarán fuertemente influenciadas por el trabajo y la visión del pintor argentino. Muy probablemente fue Molina Campos, quien dirigió la dirección artística del famoso dibujo animado “Bambi”. Los animales y árboles de la película recuerdan fuertemente las pinturas del caricaturista.

Posteriormente, participó en la creación de dibujos animados cortos, aún en el marco de Walt Disney Company, como “El Gaucho Goofy”, que se estrenará en 1943. Ocho años después, colaboró en el póster original de la exitosa película “Alicia en el país de las maravillas”. Finalmente, al no compartir algunas ideas que él consideraba descabelladas en los estudios Disney para representar a los gauchos, decidió renunciar.

Al año siguiente, Molina Campos, firmó un contrato con la compañía estadounidense “Minneapolis-Moline”, por lo que ilustra entre 1944 y 1958 una serie de almanaques similares a los de Alpargatas, así como varios productos derivados. El 16 de noviembre de 1959, Molina Campos, muere en Buenos Aires, dejando un importante legado artístico.

“TROPEANDO”

Entre tanta abigarrada documentación, encontré un almanaque del año 1955 cuya propaganda corresponde a “Minneapolis Moline” (Modern Machinery). En la hoja correspondiente al mes de “February” (Febrero), titulada “Tropeando”, tanto en idioma ingles como castellano refiere a la diferencia que existió entre troperos y reseros. Me pareció interesante recordar esas dos actividades, debido que en la mayoría de los casos solamente se tuvo en cuenta la del “resero”. Transcribo textualmente el contenido:

“Los hombres prácticos en arreo de ganado, se llamaban troperos y reseros. Los troperos eran los que llevaban animales de un lugar a otro, formando tropas, y los reseros eran los que se ocupaban de arrear las reses destinadas a faenadas. Unos u otros eran gente duchos en menesteres tan simples a primera vista, pero que exigían suma atención en la marcha y mantenimiento de los animales confiados a su pericia. Esto es, que debían estar atentos hasta en los menores detalles, para que la tropa no desmereciera su valor. Era una vida dura y sacrificada, pues durante noches y días no podían desatender su oficio”.

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