Escribe: Eduardo A. Volonté.-
Nuestra ciudad de Ayacucho cumple 159 años de vida institucional. Casi nada en la historia de la humanidad. Pero mucho más que una cifra en la historia de una comunidad.
Un 22 de junio, nuestro Ayacucho escribía una de las páginas más trascendentes de su propia historia.
Aquel día de 1866 el gobierno provincial encabezado por Adolfo Alsina aprobaba el plano presentado por el Agrimensor Ismael Gómez, por el cual se determinaba la mensura y amojonamiento del área que daría lugar a la ciudad de Ayacucho.
Estos 159 años transcurridos no solo engloban la historia de nuestra ciudad, sino que también encierran miles de historias de vida, de sueños e ilusiones de progreso, para muchos cumplidos y para otros inconclusos.
Este siglo y medio transcurrido ha presenciado el surgimiento, esplendor y en algunos casos la decadencia y desaparición de instituciones, emprendimientos comerciales, proyectos personales de todo tipo.
Estos 159 años han visto nacer y vivir a un pueblo. Con todo lo que eso significa.
Todo aniversario invita a ejercitar un acto de memoria, a echar una mirada retrospectiva, a desempolvar la nostalgia. Pero también constituye una ocasión propicia para mirar hacia delante, para pretender vislumbrar el futuro.
Este nuevo aniversario se convierte en una buena ocasión para que cada ayacuchense detenga por un instante su marcha y elevándose por sobre los problemas cotidianos, se permita reflexionar sobre qué ciudad, que comunidad desea que seamos en los próximos tiempos.
Seguramente cada uno partirá de su propio lugar, de sus vivencias, de sus convicciones, de su realidad, y es natural que así lo haga.
Quizás el resultado final sea para todos parecido. Seguramente el balance común será la aspiración de poder concretar un Ayacucho con crecimiento, con posibilidades laborales y educativas que afinquen a la juventud, con bienestar y trato igualitario para todos.
Claro que los caminos de cada uno se bifurcarán en la marcha hacia ese objetivo común. Pero lo importante es por sobre todo el mantener un mismo objetivo, sobreponerlo a rencillas y diferencias partidarias circunstanciales.
Tratar de sortear obstáculos, de buscar coincidencias y valores comunes para marchar juntos, es un desafío para todos los que quieren un futuro parecido.
Hacerlo supone un acto de madurez, aún dentro de las diferencias, de las elementales discrepancias propias de cualquier sociedad que se sienta viva y se sepa democrática.
Este 159 aniversario sería mucho más que un simple cumpleaños si significara el comienzo en cada uno de ese proceso de reflexión antes mencionado, sobre qué futuro queremos, como habremos de construirlo, con que propuestas concretas.
Nadie puede estar ausente, porque el futuro nos compete a todos.
Partiendo de sentirnos parte de un proyecto común que se llama Ayacucho, sabiendo actuar con la responsabilidad que nos cabe, participando e involucrándonos en la marcha y destino de los asuntos de toda la comunidad, podremos ser continuadores de la obra de construcción colectiva que significa hacer todos los días la historia de nuestro Ayacucho.
Actuar así, sería el mejor regalo que en su cumpleaños podemos hacerle a nuestra ciudad.-